sábado, 19 de julio de 2008

La escuela y la casa: complementarios, antagónicos, superpuestos o amigos

Las y los docentes se preguntan, muchas veces cómo ayudar a los chicos, cómo generar mejores aprendizajes, cuánto es el tiempo que se debe dedicar a los estudios y, cuál es la función de los deberes, entre tantas otras cuestiones.
Estos interrogantes, casi una lista interminable, han recibido diferentes respuestas en las tradiciones de la educación y para los diferentes contextos y niveles de enseñanza. Se trata de cuestiones prácticas que se sostienen, en algunos casos, por las experiencias llevadas a cabo a lo largo de la vida de los docentes y, en otros, por las tradiciones de las prácticas que se llevan a cabo en las instituciones. En este espacio, deseamos reflexionar en torno al sentido y valor de las tareas que los docentes pretenden se lleven a cabo en las casas de los estudiantes, fuera de la escuela.

Cuando la dimensión sustantiva es el tiempo

En las escuelas primarias de la Argentina coexisten escuelas de jornada simple y escuelas de jornada completa o extendida que se diferencian, sustantivamente, por el proyecto que llevan a cabo más que por su carga horaria, aún cuando éste es un factor importante a distinguir.
La escuela de jornada completa o extendida puede justificarse por la incorporación intensiva de la enseñanza de una segunda lengua, por su proyecto cultural, deportivo o comunitario. Aún cuando los proyectos enunciados son diferentes la permanencia prolongada de los chicos en las instituciones requiere que las actividades escolares fuera de ellas se reduzcan para dar libertad al juego, al entretenimiento o al ejercicio de alguna actividad elegida por los mismos chicos acorde con sus intereses o vocaciones tempranas. Se trata, simplemente, de entender que en la infancia como en la adultez necesitamos tiempo de ocio, de desplegar actividades que nos sean placenteras, de disponer un momento para elegir, en soledad, la actividad que queremos desarrollar.



Una nueva oportunidad curricular



En las escuelas donde la permanencia de los chicos es alta habría que diseñar espacios de estudio dentro del horario escolar, donde pudieran realizarse actividades de transferencia, resolución de ejercicios o problemas, de consolidación, de búsqueda de información. Cualquiera de esas actividades que las y los docentes sostienen como valiosas, según las necesidades del contenido y del grupo, pueden ser incluidas en el tiempo que los estudiantes transcurren en la escuela. Con carácter de excepción podría justificarse su inclusión en el hogar. Quizás, lo más difícil es programar la actividad de estudio en la escuela, enseñar a los chicos a utilizar bien el espacio, ayudar a quienes lo requieren y pensar que ese momento tiene por finalidad estar disponibles para cumplir una función diferente: la de reconocer cuál es la ayuda óptima que cada alumno necesita. Para algunos, puede ser nuestra presencia, estímulo o afecto, para otros una nueva explicación. En todos los casos, seguramente, tendremos que enseñar a organizar la resolución de una tarea que significa preparar y disponer de materiales, ejecutar la tarea, resolverla y verificar su resolución.
Enseñar a estudiar, a construir criterios de búsqueda de información o, de reconocimiento del valor de la información, constituyen temas valiosos del currículum que se soslayan o no se programan efectivamente. Esta es una valiosa oportunidad que se abre con la construcción de un espacio curricular con sentido.


El sentido de complementariedad para la tarea en el hogar

En las escuelas en las que la permanencia de los chicos es de jornada simple o media jornada podremos planear actividades que complementen lo hecho en ellas. Esta idea de complementariedad significa que lo esencial de trabajo escolar se hace en clase y no en casa y que en clase se dispone de tiempo para explicar cómo hacer la tarea.
La complementariedad significa otorgar un tiempo de estudio en casa al contenido que se presentó y explicó en clase, la resolución de un problema nuevo pero del que ya se aprendió la metodología de resolución; la elaboración de un texto siempre que se haya enseñado este proceso de elaboración en el aula, la lectura de un nuevo texto para favorecer nuevas comprensiones, la búsqueda de información siempre que se hayan enseñado los criterios de búsqueda y se disponga de materiales para realizarla.
En síntesis, complementario puede significar revisar lo que se ha hecho en clase, proponer el título a una tarea que adrede se dejó sin él o sostener su cambio, comparar un ejercicio con otro, escribir acerca de lo que se hizo, inventar un ejercicio como si fuera el maestro. El diseño de tareas atractivas y variadas y, enseñar a asumir con responsabilidad y compromiso esas tareas forman parte del oficio del docente y se llevan a cabo dedicando tiempo y espacio para ello.



La escuela paralela

Papás, mamás, abuelos, tíos o un amigo pueden ser las personas que los chicos y las chicas consultan para obtener ayuda en torno a la tarea encomendada. En el caso de los adultos ellos se preguntan, más de una vez, si pueden ayudar en tanto los métodos y procedimientos de su infancia fueron diferentes. Entendemos que la diferencia de método o estrategia no altera el resultado. Ese esfuerzo para ayudar desde otro camino o propuesta es de profundo valor y converge, en algún momento, con el método o la estrategia enseñada en las aulas. Los adultos no tienen que hacer un nuevo curso ni entender una nueva estrategia para ayudar a los chicos. El esfuerzo y el compromiso para ayudarlos alcanzan por sí solos para dar cuenta de que se valora la tarea y el esfuerzo para su concreción. Este acompañamiento responsable no requiere de los adultos cursos especiales sino del esfuerzo por encontrar tiempos para compartir este espacio.
En otras oportunidades, no se trata de un método o procedimiento que se desconoce sino de un cambio de enfoque. Por ejemplo, ya no se trata de memorizar un texto sino de comprenderlo, de buscar nuevas explicaciones o de realizar tareas que sólo se justifican por lo que se ha realizado en clase. La ayuda de los adultos requerirá reconocer lo que se hace en clase a partir de constituirse en interlocutor de los chicos y de la escucha atenta de su relato. Entender el cuaderno de clase y escuchar el sentido de cada actividad según las expresiones de los chicos ayudaría a dotar de nuevos significados que potencian la comprensión de esas mismas tareas.
En esta escuela paralela, la del hogar, las familias podrían construir su propio espacio educativo: el cuidado por la caligrafía, la realización de cuentas o problemas, “tomar la lección” o estimular la lectura de un cuento, un conocimiento de la realidad, un hecho político, una localización geográfica. Se trata de un espacio no abrumador, en el que chicos y adultos acuerdan y valorizan, donde no se replica lo hecho en la escuela sino que se extiende su tarea en otras que para las familias tienen profunda significación.



El significado de la tarea


En muchas oportunidades las y los estudiantes entienden la tarea que tienen que realizar pero no reconocen su valor. En muchos de esos casos la tarea puede ser una copia de lo hecho por otro, se dedica menos tiempo de lo requerido para su realización o se la realiza siguiendo una rutina que descalifica o empobrece el trabajo por realizar o realizado. Es importante, a nuestro entender, en todos los casos, explicar la tarea, el procedimiento a emplear para su resolución y su utilidad concreta. Pero, es fundamental también explicitar su valor simbólico.
Reconocemos que “los buenos profesores” son los que reconocen el valor de aquello que propugnan, se lo explican a los estudiantes y plantean una opción optimista respecto del sentido del aprendizaje. Para todos los niveles de la enseñanza y en todos los casos habrá que preguntarse qué ganamos con la tarea y cómo somos capaces de compartir con los estudiantes el sentido de esa ganancia. A veces lo prometedor resulta lejano en el tiempo, abstracto y difícil de compartir. Sin embargo, dotar de sentido a la tarea en cada caso es un ejercicio estimulante para cada uno de los docentes. Más allá de los objetivos o propósitos del curso y de cada unidad de enseñanza, mirar reflexivamente las tareas que asignamos nos permitirá construir un mejor puente comprensivo para entender a los niños y jóvenes con quienes compartimos ese difícil y complejo arte de educar.



Edith Litwin (Publicado en Educared)

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