sábado, 21 de marzo de 2009

La abuelidad







Abuelos ¿eran los de antes?


La abuelidad o el equilibrio entre permanencia y cambio


En la sección de Educared “Entre Padres” se presenta una reflexión del Lic. ROLANDO MARTIÑÁ sobre el rol de los abuelos y abuelas de "antes" y de "ahora". Una oportunidad para reflexionar sobre la permanencia de las funciones y el cambio de las estructuras, sobre la sociedad en la que crecimos, la sociedad en la que vivimos y la sociedad en la que queremos criar a nuestros hijos.



El texto comienza aclarando que al hablar de "antes" nos referimos a la primera mitad del siglo y al hablar de "ahora" a la etapa que abarca de los sesenta a la actualidad.
"Antes" los abuelos convivían muchas veces con los nietos y formaban parte de esa pequeña "tribu" que era la familia extensa.
Como las costumbres cambiaban muy lentamente, las pautas que habían servido a las generaciones anteriores seguían sirviendo, con algunos retoques, a las siguientes. Había rituales firmemente establecidos que se transmitían porque "Siempre fue así, y es bueno que siga siéndolo".
Ese criterio contribuía a poner límites a la habitual tendencia al desenfreno de niños y jóvenes, porque el abuelo era, además de los padres, "alguien más a quien no había que defraudar".
Por otra parte, el abuelo solía ser, en ese entonces, una persona retirada; salvo excepciones, a partir de los sesenta años se entraba en una especie de "tiempo suplementario" (especialmente los hombres). Las mujeres, de algún modo – y mientras podían –, seguían supervisando la vida doméstica y enseñando algunas de sus técnicas básicas: lavar, planchar, cocinar, coser, tejer, etc. Pero como las madres en general no trabajaban afuera, no tenían, salvo emergencias, el rol de cuidadoras de niños que suelen tener hoy.
Rara vez una persona de más de sesenta años estaba "iniciando algo" a esa altura de su vida. Eran el pasado vivo. Los abuelos eran a menudo consultados y respetados, pero no salían a competir en los mismos espacios públicos con sus hijos y mucho menos con sus nietos. Y, para los chicos, su sola presencia como padres de sus padres, aún escuchados y respetados por ellos, representaban un modelo de vinculación interpersonal bastante previsible y contenedor. Los cuentos que contaban los abuelos eran "sagrados".
Hoy, los abuelos en general están aún activos, ejerciendo oficios o profesiones, por necesidad o elección, viajando, practicando "hobbies". Rara vez conviven con sus nietos, sin embargo suelen cumplir un papel muy activo como cuidadores, dada la sobreocupación que suele afectar a los padres o la ausencia parcial o total de alguno de ellos. Su papel, entonces, es menos emblemático y más instrumental. De algún modo, más que transmitir enseñanzas (lo que afortunadamente siguen haciendo), deben aprender muchas cosas pasa "estar a la altura", desde el manejo de todo tipo de aparatos hasta la incorporación de nuevas costumbres y pautas de crianza que se renuevan aceleradamente.
Es claro que esto aumenta la tensión y la incertidumbre y que para mucha gente resulta excesivo y difícil de controlar. Pero visto desde otro ángulo: ¿les resulta también un excitante desafío? ¿ los mantiene vivos y atentos? ¿los hace vivir más, cuantitativa y cualitativamente hablando? Si evitamos los extremos ¿no resulta esta realidad fluida, cambiante, polifacética, un estímulo al pensamiento, un antídoto contra el aburrimiento y la depresión? Ocurre que ayuda a sus hijos a criar a sus hijos mientras todos siguen viviendo. Sin creer ni hacer creer, que transmite "verdades" sino que esta relación NIÑO-PADRES-ABUELOS ofrece una interesante oportunidad de integrar, sin soberbias la audacia juvenil con las experiencia de los más maduros y, en todo caso, la humildad de unos y otros para buscar juntos un modo más dichoso de vivir.
Pero hay algo de SIEMPRE: Los chicos siguen y seguirán necesitando nuestra comprensión, nuestro cuidado, nuestro afecto, nuestros límites y nuestros relatos.

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